martes, 21 de abril de 2015

El ser humano digno

El hombre es equiparable a una hormiga, a pesar de ser tan diferentes presentamos aspectos muy semejantes. Ambos somos animales, como animales realizamos las tres funciones vitales pero nuestro parecido va más allá. Las hormigas trabajan recolectando sus alimentos para así poder hacer posible la vida en el hormiguero, mientras que nosotros formamos un hogar y ahorramos el dinero que nos va a permitir satisfacer una serie de necesidades básicas para poder subsistir. Por otro lado, dentro del hormiguero, los integrantes del mismo están organizados para un trabajo en concreto (hormigas soldado, obreras...) y además hay una figura superior, la reina. Todo ello se puede apreciar a su vez en nuestra sociedad racional, cada uno tiene un trabajo -en este caso es superior en cuanto a opciones- y tenemos una o varias figuras que dirigen el Estado. Como dice una canción: “ciudades son hormigueros”, y aunque suena extraño no es falso, pues nuestra especie se organiza en bloques o grupos de “madrigueras” donde vivimos y salimos de ellas para lo que se precie, también usamos lugares para el almacenaje de alimentos y para organizar a los recién nacidos al igual que como lo hacen las hormigas, termitas, etc. Bien es cierto que no tienen nuestra capacidad de pensamiento y que son carentes de muchos atributos en comparación a nosotros, como por ejemplo nuestra habilidad de planificación más allá del instinto animal o de fabricación, que han llevado a nuestra especie donde está hoy en día, pero para ser considerado por muchos como un animal “insignificante” tienen numerosos parecidos. Esta metáfora quiere decir que ninguna persona va a encontrarse, por su status social o económico, por encima de otro ser humano; en este caso se defiende a las hormigas, adoptando la figura de los que son considerados inferiores en nuestra sociedad, aunque como es natural no se da tanto valor a la vida de una hormiga como a la de una persona. Desde el punto de vista humano, la vida de cada uno y el respeto de la misma, se traduce en dignidad, una característica del ser humano que se forma con el equilibrio de la sociedad, pues todos deben actuar de cara a solucionar los conflictos y contribuir a recibir el respeto merecido. Así pues, la dignidad tiene que ser respetada sea cual sea la condición de cada uno, siempre y cuando cumplan las normas morales que ha introducido nuestra especie, es decir, el bien, que ha de ser común.

Referencias:
Ética para Amador, de Fernando Savater.
Filosofía kantiana.
D.S.T.

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